Lo primero que se tiene que tener en cuenta es para qué es que queremos manejar bien le pasto. El objetivo de todo productor ganadero que tiene su producción con base pastoril es producir la mayor cantidad de kilos de materia seca por hectárea con la mayor calidad, palatabilidad y digestibilidad posible, sobre todo en los momentos en donde existen baches productivos en donde el pasto escasea, haciendo que se expresen todas las plantas que uno quiere, eliminando las que uno no quiere y que generan competencia a nuestras especies deseadas.
Todos estos objetivos deben ser cumplidos siempre y cuando haya un equilibrio con el ecosistema y mismo entre especies tanto de leguminosas como de gramíneas, haciendo que las primeras captan el nitrógeno atmosférico y se lo dejen disponible a las segundas para que puedan expresarse correctamente, logrando la perdurabilidad de las pasturas, haciendo que no se degradan, sino por el contrario, que aumenten su producción año a año.
No es tarea fácil lograr este equilibrio ya que depende mucho de los factores ambientales, y no solo se hace referencia al ambiente en cuanto al clima, sino que también a la posibilidad de tener personal que esté dispuesto a trabajar de una determinada manera. En muchos casos es necesario resignar un poco la perdurabilidad del sistema ya que por diversos motivos, ambientales o económicos, las necesidades de los animales no están en línea con las necesidades de nuestra pastura.
De todas maneras se debe tener en cuenta que las pasturas no son un cultivo agrícola, en donde la campaña dura un solo año, y ante cualquier eventualidad se arranca de nuevo. Se debe tener una mirada más bien a largo plazo y cuidar la pastura de una manera tajante.
Es todo un arte el manejar bien el pasto ya que, como se dijo anteriormente, se deben alinear las necesidades de hoy, sin cuidar las necesidades del mañana, sumándole a esto, que es un cultivo con una dinámica muy cambiante y con una estacionalidad muy marcada.
Hay épocas en donde el pasto produce más de lo que los animales necesitan, y otras épocas en donde el pasto no produce lo suficiente como para cumplir con los requerimientos del rodeo.
A esta estacionalidad también se le debe agregar la competencia con las malezas de cada uno de los periodos, de primavera, verano y otoño, y las de otoño, invierno y primavera.
Sin duda es todo un desafío.
Una vez establecida la pastura, ya crecida y lista para ser pastoreada, lo primero que se debe determinar para poder cumplir con todos los requisitos que se nombraron anteriormente, es la manera en la cual se la va a comer.
Hay dos conceptos muy marcados respecto a esto que van a hacer a la perdurabilidad de la pastura, estos conceptos son la frecuencia y la severidad.
La severidad hace referencia a cuánto vamos a comer de esa pastura. Es decir, si se la va a comer al ras, si se le va a dejar un remanente alto o bajo, etc. El remanente es todo el material que queda luego de que las vacas hayan pastoreado el lote.
El remanente y la intensidad del pastoreo va a estar ligado con la selectividad de los animales. Es de suponer que a la hora de entrar al lote, los animales van a elegir las plantas más tiernas y más palatables, dejando de lado a las de menor calidad. Esto es algo que no se quiere ya que es cuestión de tiempo que todas esas plantas contaminen el lote y tengan el protagonismo dentro de esa pastura.
Es por ese motivo que la severidad, tiene que ser por lo menos, lo suficiente como para que las vacantes no tengan la posibilidad de elegir qué plantas comer y cuáles no, así no dejan en pie aquellas no deseadas, permitiéndo que le hagan competencia a las plantas que sí deseamos.
La frecuencia hace referencia a cada cuanto se va a comer la pastura y cuanto tiempo de descanso se le va a dar entre pastoreo y pastoreo. Una frecuencia baja, es decir, que va a tener mucho tiempo de reposo, va a ser que se le saquen menos cortes, pero que la pastura tenga más tiempo y que cada vez que entren los animales tengan alta disponibilidad de kilos de materia seca por hectárea.
Con respecto a esto se debe tener cuidado ya que una pastura pasada, puede tener mucho volumen, pero si se pasa y se encaña, se lignifica de más, haciendo que se pierda mucha calidad, aumentando la cantidad de fibra y disminuyendo la digestibilidad.
Tanto para la severidad como para la frecuencia no hay algo escrito y a rajatabla a seguir ya que esto depende tanto de la especie con la cual se esté trabajando, la época del año en la cual se está pastoreando, el ambiente, el objetivo y la categoría de vacuno que está entrando al lote.
No es lo mismo una vaca que está por parir, que necesita buena calidad, que un novillo que tiene margen para pastorear un pasto de calidad media, como así tampoco es lo mismo que sea en primavera, donde la tasa de crecimiento y de recupero es muy grande, que en invierno en donde la tasa de crecimiento es muy baja, y que para que el lote vuelva estar en condiciones óptimas tiene que pasar mucho tiempo.
Lo ideal para ser eficientes en el uso de la pastura y poder lograr todo lo planteado, es hacer un buen cronograma de los pastoreos, en donde se deben tener en cuenta, mes a mes, por un lado la producción del pasto en esa época y por otro los requerimientos de los animales en cada uno de los periodos.
Lo ideal sería que en el balance forrajero de todo el año, la oferta de pasto sea igual a la demanda del rodeo para que no se tenga que salir a buscar un suplemento por fuera, y así evitar entrar en gastos.