Cuando la vaca es preñada y el óvulo fertilizado, empiezan a crecer las membranas de la placenta, las cuales tienen la funcionalidad de fijar a la misma con el útero.
Una vez que esto sucede, el alimento se genera por medio de estas paredes del útero y en conjunto con el cordón umbilical, por medio de la sangre de la madre.
En el primer momento de gestación, el ternero crece de manera equitativa en sus partes y miembros, mientras que en la segunda mitad, empiezan a crecer de manera desproporcionada en cuanto a sus extremos.
El momento en el cual el ternero dentro de la panza crece en mayor proporción si uno hace una curva a lo largo del tiempo, es en el último tercio. Si uno hace un balance del total de nutrientes y proteínas requeridas en toda la gestación, se podría decir que más de la mitad de todos estos requerimientos son usados en este último tercio. En contrapartida a esto, con respecto al agua, siguiendo la relación, a medida que crece el feto, la necesidad de agua decae.
Como se comentaba anteriormente, el ternero tiene su mayor requerimiento de nutrientes en el último periodo de gestación, y en consecuencia, lo mismo sucede con la vaca, para poder cumplir estas necesidades de su progenie.
Al principio, cuando recién queda preñada, es muy poco el alimento que necesita comparado a sus necesidades respecto a que si no estuviese preñada, aumentando hacia al final.
No todas sus reservas están dirigidas al propio ternero, sino que también a cambios fisiológicos para poder, por ejemplo, producir leche y amamantar luego de parirlo.
Otros destinos del alimento que consume son para producir energía que la ayude a regular el calor que necesita el útero y el ternero para poder desarrollarse de manera correcta, para metabolizar ya que se genera un desbalance hormonal que hace que la vaca tenga que regularlas de manera diferente y energía para almacenar en la ubre, entre otros.
Estas cuestiones se deben tener en cuenta a la hora de plantear la dieta para las vacas que van a entrar a entore, y gestar un ternero. No es lo mismo pensar esa dieta para vacas adultas que para vaquillonas, ya que a estas les queda todavía un periodo en el cual deben desarrollarse. Esto hace que uno tenga que pensar, además de los requerimientos del ternero para crecer, y los propios de la vaquillona para mantenerse, en los requerimientos de la vaquillona para terminar de desarrollarse correctamente y que no afecte a futuro la producción de ese animal.
Es muy importante también que las vacas y vaquillonas que van a servicio entren con un buen estado corporal, ya que luego el requerimiento de energía es muy alto como para, además, mejorar su condición corporal.
Un parámetro que es de importancia para medir y conocer son los índices de glucemia o glucosa en el cuerpo de las vacas, ya que tiene una correlación directa con la capacidad de quedar preñada, es decir, con la fertilidad de la vaca, y de gestar al ternero de manera correcta, ya que esta tiene una funcionalidad muy grande en los balances de reacciones químicas dentro del animal durante este periodo.
Cuando estos niveles se encuentran por debajo de lo normal, que aproximadamente seria una proporción de menos de cincuenta miligramos por cada cien mililitros de sangre, se empiezan a manifestar algunas alteraciones en el procesos fisiológicos del animal, como puede ser el ciclo ovárico, una mayor probabilidad de muerte del embrión dentro del primer mes y medio de gestación, entrar en anestro de manera prolongada, etc.
Este último problema generado por la falta de glucosa es el que más preocupa a los productores ya que hace justamente que la vaca no entre en celo, no se deje montar y en consecuencia no quede preñada en el momento en que se quiere y haya un desbalance en los tiempos de parición, habiendo una brecha muy grande entre la cabeza de parición y la cola de parición.
Es lógico suponer que una vaca en mal estado no va a entrar en celo ya que entiende que si no puede mantenerse ella misma, menos va a poder hacerlo con un ternero en la panza. Es por eso que como mecanismo de defensa, lo que hace es permanecer en anestro y disminuir por totalidad la posibilidad de preñez.
Puede suceder que, en mal estado se preñe, pero si esos requerimientos siguen muy por debajo de la media, la vaca puede llegar a abortar el feto que estaba gestando.
Por lo contrario de lo que puede pensarse, un exceso de energía también puede afectar a la fertilidad del animal. Si uno lo compara con el primer caso, en donde los requerimientos están por debajo, no es tan grave, ya que la posibilidad de aborto, una vez fecundada, es casi nula a causa de esto.
Entendiendo estas cuestiones uno debe asegurarse la correcta nutrición de la vaca y cumplir con cada uno de ellos en sus períodos pertinentes.
Durante la gestación la nutrición del feto va a estar atada básicamente de la cantidad de nutrientes que hay disueltos en la sangre de la madre, el correcto paso de los mismos entre la vaca y el feto por medio de las paredes uterinas y cordón umbilical y la periodicidad de que esto suceda, es decir, que en ningún momento se corte este traspaso.
La reducción alimentaria durante la gestación se ve reflejada de manera negativa en los vientres que van a parir por primera vez, más que en las que ya parieron alguna vez. Esta limitante va a hacer que haya un menor desarrollo del feto dentro de la panza, que tenga un menor pero a la hora de nacer, que la vaca produzca menos leche y en consecuencia el ternero una vez nacido tenga una restricción en este punto, y por ende, al final del ciclo productivo un ternero más liviano.